martes, 7 de enero de 2014

BIENVENIDA OTRA VEZ

Esta navidad me ha obsequiado el regalo más hermoso que jamás pude imaginar…me ha devuelto a mi mujer. La historia de mi adorada esposa se resume en un simple retorno a la vida, en un nuevo capítulo de nuestra amistad y en un excelente esfuerzo de superación. De perderlo todo a encontrar un nuevo rumbo hacia la felicidad.

Hace 3 años María, mi mujer, fue víctima de la brutal delincuencia que asolaba nuestra ciudad. Una tarde cualquiera, dirigiéndose a casa después de su clase de cocina, sin esperarlo, sintió el calor de los brazos de un hombre que tenía como único propósito el pequeño e insignificante bolso que llevaba ella encima (personas a los que yo llamo “gente sin alma”). María, guerrera como siempre, rehusó a perder aquel objeto que en verdad no tenía ningún tipo de valor. Entrando en una disputa con el delincuente, resbaló, pegándose la cabeza y la columna con el borde de la acera y quedando inconsciente los tres siguientes años.

Ha pasado mucho tiempo desde aquel fatídico encuentro  y no he tenido noche en la que no recuerde la sonrisa tan bella que dibuja mi mujer al verme. Tanto mi hijo como yo hemos sufrido por no tener a mi María tratando de hacernos reír, tratando de darnos ánimos en los momentos complicados. Hasta ahora no hemos aprendido a vivir sin ella.

La pasada semana, mientras le contaba la historia de los martes, María se levantó del coma tan profundo en el que había estado sumergida durante los últimos 1028 días. Mis lágrimas brotaron solas sin ningún tipo de control. La alegría y la estupefacción me desbordaban. Sin dejar pasar más de dos segundos, abracé a mi mujer fuertemente sin parar de repetirle lo mucho que la quiero. Ella confusa aún, lloró tras mi abrazo y me pidió un poco de agua.

Después de hacerle unas pruebas, nos llevamos una mala noticia, no era capaz de caminar, no lograba leer y se había olvidado por completo de escribir. Desde entonces mi objetivo ha sido uno y nada más que uno.



Intento recordarle cada día, poco a poco, las cosas más básicas. Le enseño a leer y escribir, ya que el médico me ha dicho que es imposible que pueda volver a caminar, tiene la columna totalmente destrozada. Creo que enseñarle todas estas cosas es el gesto más lindo que le puedo demostrar. Felizmente hasta ahora no ha sido frustrante ver como mi mujer intenta nuevamente saber cómo se coge un bolígrafo, hubiera sido peor que no se acuerde de mí ni de nadie de su familia.

Solo puedo dar gracias a Dios el hecho de devolverme a mi mujer, que me pueda besar y abrazar, que podamos salir a pasear y llevarla a todos los lugares que nos enamoraron de jóvenes.

Moriré con mi mujer cogido de la mano, ha sido y será mi acompañante por siempre. La esperanza de volver a verla ha sido lo único que me ha mantenido vivo durante estos tres años.

(En plena noche, en nuestro malecón favorito)...”María, mi amor, muchas mujeres hicieron el bien pero tú sobrepasas a todas”.

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