Soy de aquellos que tientan a la
suerte y por no quedar como un completo idiota arriesgo mi vida cada día a cada
hora en el lugar donde el sol brille con más fuerza. Mi cámara es mi amiga y
doy por hecho que con ella cada instante queda guardado hasta el final de mi
existencia. No pretendo ser un héroe, pero quiero sentirme orgulloso de hacer
todo lo que algún día soñé muy a pesar de mis supuestas limitaciones.
Crecí en una pequeña y
desconocida isla situada en el sur del océano pacífico, exactamente en Tuamotu,
en la Polinesia Francesa. Prácticamente aprendí a caminar y mantenerme en pie
encima de una tabla. Pasaba el tiempo, y mi vida se centraba en tomar las olas
más grandes que veía.
A los 9 años, un día cualquiera
en la playa de siempre, fui atacado por un tiburón blanco durante 3 minutos,
solo pude ser auxiliado por un pequeño barco que se ubicaba a menos de 2 km. de
dónde empezó el suceso. Pocas horas después desperté con mi pierna izquierda
totalmente vendada, o bueno lo que quedaba de ella. Había perdido la mitad de
mi extremidad, al menos aún se podía apreciar mi rodilla. A los 12 años de
edad, mi madre fue víctima de un cáncer que la fulminó a los 2 meses de ser
detectado. Mientras que mi padre se divertía de lo más lindo bebiendo y yéndose
a disfrutar con sus amiguitas de moda.
Tras cada circunstancia de mi
agitada vida, decidí irme cumplidos mis 18 años al otro extremo del mundo, me
dirigí exactamente a Maracaibo, Venezuela. Allí experimenté el valor de la vida
y entendí que por muchas minusvalías que uno tenga, cada persona es capaz de
todo y más con el simple hecho de dibujar una sonrisa a lo que por defecto y
por naturaleza parece prácticamente imposible. Y así fue, el resto de mi vida
se ha centrado en disfrutar, sonreír y correr lo más rápido posible, así es,
correr lo más rápido que pueda. A los 22 años fui tratado por un especialista
Canadiense que me hizo recuperar el pedazo de pierna que me faltaba, una
extremidad de acero, pero acero del bueno. Todo ello gracias a la generosidad
que me proporcionó mi amada mujer que por muy increíble que parezca ha sido
surfista al igual que yo y una prestigiosa escritora.
Tras unos meses realizando la
rehabilitación de mi nueva pierna, decidí hacer de mi existencia una aventura.
A los 25 años tenía como retos cumplidos haber escalado las montañas de Cerro Torre en Argentina, el Eiger en Suiza y el
Nanga Parbat en Pakistán. En el mismo periodo me saqué el título de instructor
de paracaídas, ahora llevo 12 saltos de aproximadamente 5mil pies de altura. A
los 28 fui a vivir con mi mujer durante 2 años a pueblos de la África Subsahariana realizando voluntariados y regalando parte de
nuestra vida a los niños más necesitados, si queréis saber cómo se regala vida,
es muy fácil, da la mano a quien lo necesita, abriga a quien te lo pida y
muestra una sonrisa siempre.
A los 31 años tomé otro reto o mejor dicho una
ilusión, recorrer las 7 maravillas del mundo naturales y las 7 maravillas del
mundo hechas por el hombre. Hoy, a mis 36 años, tengo en mi cámara los recuerdos
del Macchu Picchu en Perú, El Cristo Redentor Concorvado en Brasil, EL Chichen
Itza en México, La Petra de Jordania en Jordania, el Taj Mahal en la India, El
Coliseo Romano en Italia. Entre las maravillas del mundo naturales he visitado
Halong En Vietnam, el Rio Subterráneo en Filipinas, El amazonas en Perú y
Brasil y las Cataratas de Iguazú en Argentina. Me faltan por conocer La gran
muralla China, y 3 maravillas naturales más.
El hecho de conocer gran parte de
las maravillas del planeta me ha enseñado a experimentar lo que significa
sentir paz interior, es cierto que una más que otra. La primera en conocer fue
el Cristo Redentor. Me dirigí a Rio de Janeiro, ciudad de la samba y del fútbol
por excelencia, un majestuoso Cristo con los brazos abiertos me esperaba en la
cima de la montaña del concorvado, montaña donde se puede apreciar una vistas
de la ciudad totalmente apasionante.
Mi segunda maravilla fue el
Macchu Picchu, en Perú. Viajé hasta Cusco, antigua capital del imperio Inca.
Que no podría decir de Perú y cuántas palabras me faltarían para explicar lo
que es aquella tierra llena de encanto, su propio aire hace que el mundo se
pare y solo existan esos pequeños instantes que hacen que la vida merezca la
pena. Una sensación poca más que fascinante.
Tercera maravilla en conocer: El
chichen Itza. Magia en sus monumentos y pureza en sus alrededores. Para ello
fui hasta Yucatán, es decir, el caribe mexicano. Desde ahí me dirigí al
municipio de Tinum. Pude observar la Pirámide de Kukulcán y el Templo de los
Guerreros. Encantador.
Antes de cruzar el charco y
dirigirme a la India para conocer mi cuarta maravilla, volví a Sudamérica para
poder apreciar el caudal del Río Amazonas
y el clima tropical tan alucinante que gobierna a la selva peruana. Así
también, marché hasta la frontera de Argentina, Paraguay y Brasil para poder
conocer Las Cataratas de Iguazú, un paisaje maravilloso que cautiva el alma de
cualquier turística y refleja lo bello de la naturaleza, unas cataratas
formadas por una falla geológica. Desde Argentina se puede hacer el paseo por
botes dentro del río Iguazú, pasando por la garganta del diablo. Y así conocí
mis dos primeras maravillas naturales.
Pocas semanas después y con mis
35 ya cumplidos, me trasladé hasta Asia. Objetivo: Taj Mahal, La petra de
Jordania, El Rio Subterráneo en Filipinas y la bahía de Halong. De esta manera,
empecé mi andadura por Asia, me organicé y decidí conocer en primera instancia
estas dos maravillas naturales. Tomé rumbo a Filipinas, tras una breve parada
en Manila acabé en Puerto Princesa, y desde allí hasta la isla de Palawan. El
paseo por debajo de las cuevas enseña formas inverosímiles de las piedras.
Pocos días después, cogí mi
mochila y fui directo a Vietnam, después de unos cuantos días en Hanoi fui hasta
la provincia de Quang Ninh. La fantástica Bahía de Halong y sus miles de
islas nos muestran unos de los paisajes más curiosos y hermosos que se pueden
encontrar en todo el planeta.
Continué mi tour asiático y la
India me dio la bienvenida, me enamoré de ese país. Su cultura, su gente y sus
fabulosos rituales hicieron de mi estancia allí algo asombroso. Me fui a Agra a
conocer el imponente Taj Mahal, su solo nombre eriza la piel. Yo lo resumo en
una belleza física creada por el amor. Su encanto deja sin aliento a
cualquiera, desde lejos se empieza a sentir ese hormigueo en el estómago, esa
sensación que solo ocurre cuando sabes que vas a ser partícipe de algo tan
increíble que tu cuerpo se llena de expectación. Una visión que sin lugar a
duda no defrauda a nadie. Así logré ver mi cuarta maravilla.
La quinta fue la Petra de
Jordania, la ciudad tallada en piedra rosa. Decir hermosura es poco y decir
fantasía también. Antigua capital del reino Nabateo, es sin duda, una de las
elecciones más acertadas entre los votantes a la hora de la elección de las
siete maravillas.
Antes de regresar a mi Maracaibo
querido, tomé un vuelo directo a Roma, estuve 3 días, y en todos ellos me
deleité de lo hermosa que es esa ciudad. Si la tuviera que describir, diría que
Roma es un museo gigante, cada rincón de la ciudad de Rómulo y Remo tienen un
monumento y una historia que contar.
De esta manera he conocido
lugares fabulosos en diferentes partes del mundo, aun así me quedan maravillas
por conocer y retos por cumplir. Pero por el momento me mantendré en Venezuela,
siento que debo quedarme una temporada aquí, al menos hasta que las penas y
durezas que están pasando mis hermanos adoptivos se calmen. Estaré con mi
mujer, me pondré la vinotinto y lucharé con ella lo que haga falta para sacar
adelante a este hermoso país. Donde los demás se callen, allí donde otros
silben y miren hacia otro lado, allí estaremos para gritar ¡Venezuela,
Libertad! desde lo más profundo del alma.
Todo lo que hago tiene un único
fin, dar felicidad, solo de esa manera uno podrá haber muerto en paz.
Dedicaré mis últimas líneas a una
frase que me dijo Abdou, un niño senegalés hace un tiempo y que me hizo ver que
mi vida tiene al menos un mínimo de sentido…”Al faltarte la pierna izquierda,
tienes la pierna derecha más fuerte del mundo y un corazón gigante”. Gracias
Abdou.